AB InBev puso US$10,2 millones para hacer Budweiser en Tucumán, además de Zárate. Su rival desembolsó $65 millones y empezará en mayo con las nuevas marcas en Luján.
Pasó más de un año desde que Compañía de Cervecerías Unidas (CCU) y AB InBev acordaron, por pedido de la Secretaría de Comercio, tras la fusión de la cervecera belga con SAB Miller, el intercambio de Grolsch y Warsteiner, entre otras etiquetas, además de un pago de US$400 millones en tres años. A partir de mayo, y a pesar de contar con un período de gracia de 18 meses, la chilena comenzará a producir, distribuir y vender estas marcas premium, algo que, hasta ahora, realizaba la dueña de Quilmes como parte del deal. Para CCU, significó una inversión de $65 millones, entre trabajo de levaduras, envasado y la participación de los maestros cerveceros de ambas etiquetas.
En tanto, Cervecería y Maltería Quilmes, la filial de AB InBev, anunció ayer el comienzo de elaboración de Budweiser en su cervecería de Acheral, Tucumán, desde septiembre. El desembolso, de US$10,2 millones ($433,2 millones), se enmarca en su plan de inversiones, de US$1.700 millones, para el período 2016-2020.
Ya ejecutó el 60%. De esta forma, aclaró Quilmes, Budweiser se producirá en sólo dos plantas locales: la tucumana y la de Zárate, Buenos Aires, que recibió tras la adquisición global de SAB Miller.
Actualmente, Acheral producía las marcas Quilmes Clásica, Brahma, Bajo Cero, 1890, Ouro Fino y Ducal. Desde allí, exporta a países de la región, como Paraguay, Bolivia y Chile.
Según datos de mercado, Quilmes tiene cerca del 65% del mercado local de cervezas. CCU, en tanto, alcanzó un market share superior al 30%.
La apuesta local
“Por los calibres y los empaques, tuvimos que adaptar las líneas para que pudieran llenar correctamente las botellas. Varían según la marca, a diferencia de las latas, que son todas idénticas”, explicó Nicolás Rubino, director de Marketing de Cervezas de CCU.
La producción, que, calculan, rondará los 350.000 hectolitros por año entre ambas marcas, se realizará en la planta de Luján. Ahí, también se fabrican las marcas Heineken, Schneider e Imperial. “Es la que está más cerca del área de mayor venta de estas marcas. Eso nos dará una mejor rentabilidad”, explicó Rubino. CCU también tiene fábricas en Santa Fe y Salta. El 80% de las ventas de Grolsch y Warsteiner se concentra en Buenos Aires, Rosario y Córdoba.
Las otras marcas de las que CCU posee la licencia, como Amstel, Miller y Sol, son producidas en Santa Fe. A su vez, la chilena también tiene la distribución de la estadounidense Blue Moon y la chilena Kunstmann, ambas, importadas. En relación a Grolsch, sólo seguirá importando una versión (swing top).
A su vez, CCU invirtió, como parte de su plan de $2.250 millones para el trienio 2016-2019, en una nueva línea de producción de barriles, a la cual busca duplicar.
“Ya contábamos con una línea así en Santa Fe y, ahora, incorporaremos esta, en Luján, para todas las marcas que se producen ahí porque crece mucho el consumo de cerveza tirada, tipo chopp. Por el momento, los barriles solo representan un 1,5% de nuestras ventas”, apunta Rubino.
Para el ejecutivo, el potencial de crecimiento de estas dos marcas es prometedor, debido al auge del segmento premium. Según un informe de la consultora Abeceb para
Cerveceros Argentinos, cámara que nuclea a las principales compañías del rubro, este tipo de cervezas le ganó terreno a las low price, cuyo share cayó del 12% al 5% en la última década. Rubino detalla: “Las premium crecen un 20% en el país porque, al tener detrás marcas internacionales, invierten mucho en desarrollo e innovación. En algunos países de la región, la suba de este segmento incluso llega al 45%”.
FUENTE: DIARIO LA REPÚBLICA (CO)