La madrugada del martes último, al igual que el 9 de agosto pasado, se registraron las temperaturas más frías en Guayaquil durante lo que va del año con 19,2° en la estación del aeropuerto, la que se usa con fines de comparación histórica. Es por debajo de la mínima media mensual (20,7°) sin llegar al récord de 16,5° medido en agosto de 1999.
Pero en el mes más frío de la ciudad la temperatura también subió durante el día hasta 32,9°, el 2 de agosto pasado, por encima de la máxima media mensual de 29,8° con cielos despejados y soles intensos.
Incluso hubo índices de radiación ultravioleta de entre 9 y 11, calificada como alta y muy alta, el 17 de agosto, por lo que el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) recomendó no exponerse al sol por más de diez minutos.
Además, durante la madrugada del viernes 21 de agosto se dieron nevadas en plena temporada seca en zonas puntuales de las provincias de Azuay, Chimborazo, Cotopaxi, Pichincha y Tungurahua con nieve que cubrió rutas como la Pifo-Papallacta y a la altura del Parque Nacional Cajas, en la vía Guayaquil-Cuenca.
Isabel Rojas manejaba hacia Molleturo para dejar encomiendas a uno de sus familiares esa mañana. Al llegar al Parque Nacional Cajas, ella y su padre vieron un “manto” blanco que cubría las montañas y árboles.
De hecho, en un tramo de la carretera tuvo que parquear por miedo a que el auto patinara. “Bajamos en el sector de Tres Cruces, el frío era fuerte, pero el paisaje, muy bello, parecía una pintura. Es la primera vez que veo eso acá (Ecuador), aunque mi papá me aseguró que cuando él era joven también hubo”.
“Durante la temporada seca actúan dos sistemas”, explica José González, técnico del Inamhi. “El anticiclón del Pacífico Sur que trae masas de aire frías y secas del sur del continente y la corriente fría de Humboldt que incide en la región Costa. El frío de las madrugadas tiene mucho que ver con la temperatura del mar”.
El pronosticador Raúl Parra, del Inamhi, dice que las nevadas han sido frecuentes en los últimos tres años antes y después de mediados de agosto.
“El 17 de este mes advertíamos sobre las lluvias y tormentas eléctricas… Esta humedad al ponerse en contacto con las estribaciones de la cordillera (de los Andes) originó un cambio considerable en las condiciones del aire ocasionando las nevadas. Estos eventos se presentaron principalmente sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar”, asegura Parra.
Para Mercy Borbor, docente de la Facultad de Ingeniería Marítima y Ciencias del Mar de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), estos cambios de temperatura se deben a la variabilidad climática que hace que todos los años sean diferentes, existiendo años “normales” y otros “extremos”.
“Durante esos años extremos podemos tener temperaturas extremadamente altas como pasó en el 2017, cuando se elevaron mucho en la época lluviosa, especialmente en abril. El 2020 parece ser un año extremo con relación a las temperaturas bajas”, afirma.
Los “años extremos”, según Borbor, están relacionados con eventos océano-atmosféricos cálidos/húmedos y fríos/secos como los eventos El Niño y La Niña, respectivamente. Sin embargo, hay consenso entre los científicos de que el llamado calentamiento global provoca un cambio climático que exacerba los eventos extremos de calor y frío en frecuencia e intensidad.
“Parece que el 2020 podría estar en uno de esos años extremos”, dice Borbor.
Ecuador es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, principalmente por derretimiento de los glaciares andinos tropicales, elevación de la temperatura del aire en casi todo el territorio, variabilidad de la precipitación dependiendo del sitio, aumento del nivel del mar en algunos puntos costeros y procesos de acidificación del océano que deben ser estudiados en el espacio marino del país, agrega Borbor.
“El análisis de tendencias de más de 20 años en algunos sitios de la Costa (Guayaquil, Durán, Machala, Milagro, Santa Elena) sugiere que las temperaturas del aire promedio están aumentando. Dependiendo del lugar puede ser de 1° a 1,5° centígrados en general y, en lugares específicos, un poco más”.
Además, en zonas altamente urbanizadas con ausencia de cobertura vegetal donde los materiales absorben el calor en lugar de reflejarlo, las temperaturas aumentarían entre 4 y 5 grados en sitios específicos.
También hay más consumo de luz eléctrica. El Centro de Energías Renovables de la Espol ha detectado que en Durán, el aumento del uso de energía en los eventos de ondas e islas del calor puede ir del 25 % al 45 % del consumo promedio.
Parra asegura que como pronosticadores evidenciaron alteraciones este mes. “Para agosto se espera el ingreso de más aire seco lo que deja condiciones más estables, sobre todo en el callejón interandino, pero este mes ha sido anómalo”.
Según estudios del Centro Internacional para Investigación del Fenómeno de El Niño, los eventos extremos se dieron con más frecuencia en los últimos cuarenta años en la región, dice Juan José Nieto, su director.
El especialista advierte que el calentamiento del planeta es innegable, lo que provoca alteraciones en el clima. “Esto no quiere decir que todo se caliente. Ahora estamos dos grados por debajo de lo normal y cuando hubo el fenómeno de El Niño de 1997 y 1982 había 4 grados por encima, entonces lo que ocurre en realidad es el cambio en el clima”, explica.
En la cuenca del río Chone, en Manabí, por ejemplo, el déficit de lluvias fue más intenso durante los últimos diez años entre enero y abril, o viceversa, con lluvias fuertes en febrero, mientras que un mes antes había emergencia por sequía. (I)
Fuente: Diario el Universo (EC)