El ‘food truck INKA BURGUER’ que pasó a ser franquicia de comida

De un ‘food truck’ que se estacionaba de lunes a sábado entre las calles República del Salvador y Portugal, en el norte de Quito, Inka Burger creció hasta tener hoy seis locales propios, siete bajo modelo de franquicia y una “cocina fantasma” para entrega a domicilio.

El emprendimiento de hamburguesas gourmet se inauguró un 1 de octubre del 2015, en una feria de la agencia de promoción económica ConQuito, celebrada en el Parque Itchimbía. Por cerca de cuatro meses se estacionaron con su “carrito de comida” en la República del Salvador y Portugal. Fueron pioneros en este modelo de negocio en Quito y de los pocos que lograron sobrevivir y evolucionar.

Los vacíos legales para operar en el espacio público y una posterior ordenanza “poco atractiva” para los emprendedores fue “la muerte” de los ‘food truck’ en la capital, considera David Maldonado, cofundador de Inka Burger junto a Mario Hidalgo. Progresivamente los ‘food trucks’ migraron a locales en plazas de comida. Inka Burger también se subió a esta ola y a la par decidió abrir locales independientes.

En marzo del 2016 inauguraron un establecimiento en la Gaspar de Villaroel, en el norte de Quito, con un concepto estético similar al de un ‘food truck’, con mesas de comida y una barra adicional de cervezas y cocteles. Adicionalmente, la marca se encuentra en tres plazas de comida rápida en el norte y en el patio de comidas del centro comercial El Recreo, en el sur. Además, desde abril cuentan con una “cocina fantasma”, únicamente para entregas delivery en el norte de Quito.

El emprendimiento nació con un concepto de hamburguesas gourmet y aún lo conserva. Entre sus ingredientes hay queso azul, salsa de aceitunas negras y queso parmesano, salsa de queso con cerveza. El menú se ha mantenido similar con innovaciones en el tiempo.

Recientemente incluyeron en su oferta las alitas, con cinco opciones de salsas. Uno de los proveedores de Inka Burger es Floralp, que les abastece desde sus inicios de distintos quesos, como americano, cheddar y provolone ahumado. “Desde un principio vimos el potencial de la marca, la acogida que tenía en el público. Ha sido importante ver su proceso de crecimiento”, comenta Juan Francisco Bahamonde, jefe comercial Floralp. Como parte de una estrategia de crecimiento, la empresa decidió en 2018 comenzar a franquiciar la marca, principalmente con la idea de llegar a otras ciudades del país. “Hicimos una consultoría para tener un sistema válido y ordenado, con garantías para los inversionistas. Nosotros brindamos un acompañamiento integral”, asegura Maldonado.

Por derecho de uso de la marca, la empresa cobra un monto de USD 20 000 y un 4% por ventas brutas del local. La primera franquicia se abrió en Riobamba, donde en los próximos días se inaugurará otra. Hay tres más en Guayaquil. Una en el valle de Los Chillos y otra en el valle de Cumbayá, en Quito.

 

FUENTE: LOS LIDERES (EC)

VOLVER