Las expectativas de la ampliación de los márgenes de precios entre búnkeres están animando a los armadores a considerar la posibilidad de pedir depuradores (scrubbers) para sus buques de nueva construcción. Esto puede alimentar un resurgimiento de las instalaciones de estos dispositivos en los astilleros, las que cayeron por un acantilado en 2020, reporta Lloyd´s list.
Con una diferencial de precio de US$50 dólares, la recuperación de la inversión de una orden para un depurador de gases de escape se puede lograr en cinco o seis años, lo que todavía justifica la aplicación de la tecnología a un proyecto de construcción naval, afirma un experto.
La economía del depurador se está perfilando a favor de las inversiones en nuevas construcciones en lugar de las naves en funcionamiento, incluso cuando el diferencial de precios del combustible se mueve sustentando la aplicación de la tecnología de reducción de emisiones de gases contaminantes.
Según una estimación de un experto en abastecimiento de combustible, el costo de instalar un depurador en un buque de nueva factura asciende a aproximadamente dos tercios del de la adaptación de un buque existente.
Adrian Tolson, director de Blue Insight, sugirió además con esta estimación, que las inversiones en depuradores se romperán aún más pronto para las nuevas construcciones. Los depuradores pueden tardar más tiempo en instalarse a bordo de los buques que han entrado en funcionamiento, explica.
El tiempo necesario para las adaptaciones también ha aumentado desde que el telón de fondo del COVID-19 golpeó las operaciones en los astilleros de todo el mundo. Como consecuencia, las adaptaciones de los depuradores ahora tardan de 50 a 60 días en completarse, en comparación a 30 días a fines de 2018, según DNV. Sin embargo, el número de buques que se someten a las adaptaciones se ha reducido a sólo 31 hasta el 14 de enero, disminuyendo constantemente desde un máximo de más de 300 a principios del año pasado, según los datos proporcionados por DNV.
FUENTE: MUNDO MARITIMO (CL)