Vivió casi el mismo tiempo que ha estado muerto. Kurt Cobain fue el líder, compositor y cantante de Nirvana que dejó una huella profunda en toda una generación.
Fue un viernes 8 de abril de 1994. Gary Smith debía instalar un sistema de seguridad en la casa de Kurt Cobain y Courtney Love, en Seattle. Lo vio acostado al interior del vivero. Se acercó, pensaba que estaba dormido. Vio la sangre.
Llegó la policía al poco rato.
Era Kurt Cobain.Los jóvenes de todo el mundo lloraron la muerte de otro de los músicos que parecía decirles algo. Con John Lennon pasó algo similar 14 años antes.
MTV detuvo su programación regular ese fin de semana. Pasaba videos de Nirvana, conciertos, entrevistas, flashes informativos. Lo buscaban. Kurt había escapado del centro de rehabilitación Exodus, en Los Ángeles, el 31 de marzo.
Estuvo solo un día ahí. El 4 de marzo, en Roma, Courtney Love se despertó para encontrarlo inconsciente en un cuarto de hotel. Había mezclado benzodiacepinas con alcohol. Lo atendieron a tiempo. A los pocos días salió con destino a Estados Unidos. Para ella, ese fue su primer intento de suicidio. Ese 31 de marzo viajó Seattle. En el vuelo compartió asiento con Duff McKagan, bajista de Guns n’ Roses.
Varias personas lo vieron en la ciudad entre el 2 y el 4 de abril. Las pericias forenses dijeron que había muerto el 5 de abril. Una escopeta estaba sobre el cuerpo y una carta de suicidio en una de las macetas. Se la escribió a su amigo imaginario de la infancia, Boodah. Terminó la carta con un verso de Neil Young, de la canción My, My, Hey Hey (Out of the Blue): “Es mejor que quemarse que irse de a poco”. El dolor de muchos arrancó con una vigilia que se realizó el 10 de abril de 1994, transmitida a todo el mundo.
La leyenda de este niño perdido, hijo de padres divorciados, empezó. Kurt Cobain se convirtió en ese joven marginado, que escuchaba Black Flag y The Beatles con la misma emoción.
El de la melena rubia y los ojos que miraban a fondo Hay toda una “checklist” para hablar de él. De sus tormentos, aciertos y dramas.
El más grande poeta maldito del rock de los 90. Una imagen de que no puede escapar de un suicidio. Kurt Cobain era el chico que tocaba guitarra y dibujaba. El que quería tener una banda exitosa y no quería ser famoso.
Ese joven que solo encontraba paz para su dolor gástrico crónico en drogas fuertes. Un hermano menor de una hermana lesbiana, que tuvo desde muy temprano conciencia de las dificultades de las personas LGBTI. El tipo que públicamente rechazó la violencia contra la mujer y condenó -hasta en sus canciones- el machismo y la figura del macho poderoso.
El hombre de una voz de dios castigador y doliente. Quien canalizó la angustia de fines de los 80 e inicios de los 90. El que supo hacer del punk rock terreno del pop. Ese muchacho que formó una banda que llamó Nirvana, con la que se volvió importante. Con la que le ganó los primeros lugares a Michael Jackson.
La cabeza de todo un imperio musical que se quemó en cinco años. El padre de una niña a la que no vio crecer.Un compositor que se llamó Kurt Cobain. Que aseguró que la música era lo principal y que luego venía la letra. Tenía 27 años y se disparó en su casa.
La música que le dejó al mundo
‘School’, del disco ‘Bleach’ (1989)
Esta es una pesadilla. Grabada en el primer disco de Nirvana, con Krist Novoselic en el bajo y Chad Channing en la batería. Cobain toca un riff que parece salir de Black Sabbath, que se mezcla con un beat digno de Hüsker Dü. El mal sueño queda en evidencia en los tres versos que tiene la canción -uno para cada una de sus partes-: “No lo vas a creer / es solo mi suerte”, para la estrofa; “sin recreo”, para el coro, y, “Estás de vuelta en el colegio”, en el puente.
Queda muy claro dónde está el terror en esta canción.
‘Been a son’, del Ep ‘Blew’ (1989)
Una aproximación absolutamente directa al pop, a sus estructuras y armonías vocales, Been a son es un tema que se enfoca en algo muy cercano a él. Aquí habla del sufrimiento de una mujer que, para evitar todo lo que ha debido vivir, quizás debió morir al nacer o, simplemente, nacer hombre. Kurt sabía hacer canciones para bailar, pero que en el fondo eran oscuras y dolorosas.
Y, a veces, no tenía que escribir mucha letra para decir lo que tenía que decir.
‘Lounge act’, del disco ‘Nevermind’ (1991)
La relación amorosa entre Kurt Cobain y Tobi Vail, la baterista de Bikini Kill, resultó en un poderoso intercambio creativo entre ambos. Lounge act es la canción que más pone en evidencia lo que pasaba entre ellos. Cantada entre la primera y tercera persona, Kurt es críptico para hablar de sus sentimientos, de su inseguridad, la forma en que se llevaban y la idea de cómo un hombre y una mujer, conectados entre ellos, pueden crecer sin necesidad de estar juntos.
‘Serve the servants’, del disco ‘In Utero’ (1993)
En Serve the servants se burla de su imagen, de las miradas que caían sobre Nirvana y de los conceptos que los periodistas, críticos y medios tenían sobre su vida. No en vano hay versos poderosos como “La angustia adolescente ha pagado bien / ahora estoy aburrido y viejo” o “Me esforcé para tener un padre / pero en su lugar tuve un papá”.
La que gana es esta sentencia sobre su pasado familiar: “el divorcio legendario es tan aburrido”.
‘Do Re Mi’, del boxset ‘With the lights out’ (2004)
Una de las últimas canciones que compuso. ¿Era para Nirvana? ¿Para un proyecto solista? ¿Para algo que iba a hacer con Michael Stipe? Nunca se sabrá. Do Re Mi impresiona porque es como si Kurt pudiera desdoblarse y convertirse en Paul McCartney.
Esta canción no suena a nada de lo que había hecho antes y, en ese sentido, es una especie de triste anticipación del camino que él habría tomado si seguía con vida.
FUENTE: PRIMICIAS (EC)