Artesanas reinventan la paja toquilla en la lucha contra el coronavirus

Las hábiles manos de tres mujeres cuencanas convierten la fibra vegetal en artículos utilitarios en tiempos de pandemia, como las mascarillas, cuyos tejidos demoran unas 5 horas. Cada pieza es única y lleva su tela antifluidos.

Ante la crisis sanitaria por la pandemia del covid-19, las toquilleras Ana Villa, Ana Ramón y Blanquita Uyaguari vieron la necesidad de innovar para adaptarse a los cambios y vencer a un enemigo invisible que llegó de sorpresa. Volcaron su creatividad a la confección de cubrebocas para preservar su arte.

Aunque puede verse afectado de diferentes maneras por la pandemia del covid-19, en estos tiempos el patrimonio vivo constituye una fuente de resiliencia e inspiración para algunas artesanas. En sus hábiles manos la paja toquilla se reinventa para transformarse en artículos utilitarios, como las mascarillas.

La emergencia sanitaria decretada el pasado 17 de marzo derivó en el confinamiento y la cuarentena. Ana Villa, Ana Ramón y Blanquita Uyaguari dejaron de abrir su local, ubicado en el Economuseo Municipal Casa del Sombrero, donde ofertaban diversidad de artesanías tejidas con paja toquilla.

Surgió entonces la necesidad de innovar para adaptarse a los cambios que se estaban viviendo. “Necesitábamos algo nuevo, diferente, que llame la atención y que sea necesario; conversamos entre nosotras y decidimos hacer las mascarillas”, recordó Ana Ramón, artesana oriunda de Nabón.

Probaron con diseños y texturas, hasta encontrar el grosor ideal de la materia prima que se adapte al rostro de los usuarios y a la vez sea el más idóneo para trabajar.

Después de elaborar cuatro modelos, optaron por una fibra un tanto más delgada que la que utilizan para tejer artesanías.“Hicimos varias pruebas y en el proceso nos dimos cuenta de que la fibra no debe ser muy gruesa, teniendo en cuenta que algunos usuarios deben llevar la mascarilla por varias horas”, explicó Ana Villa.

Tejer un cubrebocas toma alrededor de cinco horas. Las artesanas trabajan en sus viviendas y se encargan de todo el proceso de fabricación. Cada pieza es única, lleva su respectiva tela antifluido y es cuidadosamente planchada previamente a su empacado para la entrega.

En esta pandemia, el sector artesanal ha sido uno de los más afectados. Los ahorros, los huertos que algunos tienen en sus casas y la solidaridad entre familias, les han permitido sobrellevar la situación.

“Nos cogió de sorpresa. Cuando empezó la cuarentena yo me quedé en mi casa pensando que pronto iba a pasar y volvería a abrir mi local, pero pasó un mes, dos meses y ahora la vida es diferente. Hay que evolucionar, buscar una manera de seguir trabajando con nuestro arte y preservar la paja toquilla”, enfatizó Ana Ramón.

Las redes sociales se han convertido en sus aliadas para llegar a un público que se muestra esquivo por el virus, pero que no ha perdido interés en adquirir sus productos.

A través de Facebook y Twitter, donde están registradas como “Artesanías y Sombreros”, las mujeres ofertaron por el Día del Padre un combo que incluyó un sombrero de paja toquilla y una mascarilla a un precio de $ 20. La promoción se mantiene en vigencia.

La paja toquilla es resistente a la persistencia del virus

En estos tiempos se ha puesto en juego la imaginación, la creatividad y la adaptabilidad del material que usan los artesanos. “Si el virus llega a la paja toquilla dura menos tiempo que en tela (que dura cuatro horas) o cualquier otro material, vamos conociendo las bondades de la materia prima porque es importante trabajarla, pero tenemos que saber por qué la trabajamos, qué es lo que estamos haciendo y qué es lo que ofrecemos”, manifestó la artesana Ana Villa.

En diciembre de 2012 la Unesco incluyó al tejido tradicional del sombrero de paja toquilla en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Las técnicas de tejido se transmiten en el hogar desde una edad muy temprana. (I)

Fuente: Diario El Telegrafo.

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