El comercio mundial solía ser un tema confinado a las páginas financieras de los periódicos. Pero esta situación ha cambiado como consecuencia de las recientes guerras comerciales de alto perfil en el mundo, lo que subraya el valor e importancia del comercio para todos.
Si uno lee los titulares, es fácil pensar que los flujos comerciales van en retroceso. Como parte de la continua disputa entre Estados Unidos y China, Washington impuso aranceles sobre más de USD 360.000 millones en productos chinos. Mientras tanto, Pekín tomó represalias con aranceles sobre más de USD 110.000 millones de productos estadounidenses.
La disputa comercial entre Japón y Corea del Sur amenaza la producción de teléfonos inteligentes, computadoras y otros productos electrónicos, mientras que la Unión Europea y Reino Unido enfrentan una potencial ruptura debido a un Brexit desordenado.
Sin embargo, si te alejas de los titulares y das una mirada más amplia, las cosas se ven diferentes.
Crecimiento
El mundo intercambió más de USD 25 billones en bienes y servicios en 2018 y eso es más de 50 veces el valor de los productos directamente afectados por los aranceles de EE.UU. y China.
El crecimiento del comercio mundial puede haberse desacelerado hasta el 3% en 2019, el más bajo desde la recesión de 2009, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero la tendencia sigue al alza.
Cuanto más comercia un país con sus vecinos, mejor estará su economía; y las naciones cuyas economías nacionales están creciendo significativamente también tienden a tener tasas más altas de crecimiento en el comercio, argumentan los economistas.
«Las políticas comerciales liberales que permiten el flujo irrestricto de bienes y servicios agudizan la competencia, motivan la innovación y fomentan el éxito», dice la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Primer colapso económico global
El comercio ha existido desde que los humanos formamos sociedades civilizadas. En el tercer milenio antes de Cristo, las ciudades-estado sumerias en Mesopotamia (ahora Irak) comerciaron con la civilización Harappan del valle del Indo (actual Pakistán, partes de India y Afganistán).
En el segundo milenio antes de Cristo, en la Edad de Bronce, Grecia, Egipto, Babilonia y el imperio hitita (ahora Turquía) comerciaban regularmente entre sí, y con el lejano Afganistán, donde la piedra semipreciosa lapislázuli era muy apreciada por su intenso color azul y usado en joyería.
Fue un comercio que llegó a un dramático final cuando sus civilizaciones interconectadas se derrumbaron alrededor del 1150 a.C., tal vez el primer ejemplo que conocemos de un colapso económico «global».
Cadenas globales
Hoy la gran variedad del comercio mundial puede ser asombrosa.
Por ejemplo, mira las exportaciones de flores cortadas de países como Perú y Kenia. Estas se han disparado gracias al crecimiento de los viajes aéreos y el mercado ahora vale más de USD 16.000 millones al año. Esos son muchos ramos de flores.
O fijémonos en la humilde bicicleta. En Reino Unido, hace 50 años, la mayoría se producían en una ciudad: Nottingham. Hoy, la industria mueve USD 45.000 millones en todo el mundo y se basa en una cadena de suministro global integrada por «llantas de Bulgaria, titanio de China, metal de Taiwán…», dice Will Butler-Adams, de la firma británica Brompton Bikes.
Pero es el chip semiconductor del siglo XX el que ha ido más allá que cualquier otro elemento tecnológico en la profundización de muchas de nuestras conexiones.
Se estima que el cliente occidental promedio ahora usa servicios de 40 satélites que orbitan el planeta todos los días, todo gracias a los chips de computadora.
Si bien el silicio, el elemento natural en el corazón de esta industria de USD 500.000 millones, se encuentra en el 90% de la corteza terrestre, gran parte proviene de un pequeño pueblo en Carolina del Norte llamado Spruce Pine. Allí se extrae una fuente de cuarzo particularmente pura, el mineral del que se extrae el silicio.
«Es un poco loco», dice Rolf Pippert, gerente de la mina The Quartz Corp, «pensar que dentro de casi todos los teléfonos celulares y chips de computadora, encontrarás cuarzo de Spruce Pine».
Barreras
En la historia moderna, hubo dos largas oleadas de globalización. La primera comenzó después de las guerras napoleónicas en 1815 y terminó con la Primera Guerra Mundial. La segunda comenzó después de 1945 y aún continúa.
El volumen de bienes exportados hoy es 40 veces mayor que en 1913 y aproximadamente el 25% de la producción mundial total se vende en el extranjero.
Ahora estamos viendo otro cambio radical.
Si bien las economías del mundo tardaron siglos en pasar de la agricultura a la manufactura, el aumento del sector servicios se produjo mucho más rápido en los últimos 20 años y ahora representa el 68% del PIB mundial total.
Sin embargo, en este punto las barreras para comercializar servicios a nivel internacional aún permanecen, lo que frena el crecimiento económico.
«¿De qué sirve fabricar productos de clase mundial si no tienes suficiente acceso a servicios de negocios como la banca, la contabilidad y los seguros para que las operaciones globales sean viables?», apunta Simon MacAdam, economista global de la consultora Capital Economics.
Nuevas oportunidades
Cuando se trata de exportar, las pequeñas y medianas empresas (pyme) a menudo están subrepresentadas. Las empresas más grandes tienen más capacidad para absorber los gastos de ser pioneros en nuevos mercados extranjeros, y las empresas más pequeñas a menudo pueden tener dificultades para obtener la información relevante que necesitan de manera oportuna.
Pero los cambios recientes en el panorama comercial global, como el aumento de las cadenas de valor mundiales y la transformación digital, están ofreciendo nuevas oportunidades para que las pyme se integren en la economía global.
Una mayor flexibilidad y capacidad para personalizar y diferenciar productos puede dar a las pyme una ventaja competitiva en los mercados mundiales, ya que pueden responder rápidamente a las condiciones cambiantes del mercado y a ciclos de vida de los productos cada vez más cortos.
Entonces, ¿qué sigue?
El siglo XXI se etiquetó anunciando un «siglo asiático». Si bien los críticos pueden citar esas palabras tan discutidas de Zhou Enlai (exprimer ministro y canciller durante el gobierno de Mao Zedong en China) -«es demasiado pronto para decirlo»-, es cierto que los patrones comerciales establecidos han cambiado radicalmente.
Tensiones
Hemos visto el surgimiento de nuevas agrupaciones como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y nuevos acuerdos comerciales como el Acuerdo Integral y Progresivo para la Asociación Transpacífica (CPTPP), entre Australia, Brunei, Canadá , Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
El CPTPP es ahora la tercera área de libre comercio más grande del mundo.
Los únicos dos aun más grandes son el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, Canadá y México; y la Unión Europea.
Los defensores del libre comercio dicen que, si bien la globalización está causando tensiones políticas en algunos países a medida que cambian los patrones de empleo, recurrir al simple proteccionismo simplemente exacerbará los problemas, en lugar de resolverlos.
En una columna de octubre, la economista del FMI Gita Gopinath se refirió expresamente a la importancia global de calmar las disputas comerciales actuales.
«Para rejuvenecer el crecimiento, los formuladores de políticas deben deshacer las barreras comerciales con acuerdos duraderos, frenar las tensiones geopolíticas y reducir la incertidumbre de la política interna», dice en el artículo publicado en el blog del FMI.
FUENTE: REVISTA EKOS (EC)