Coronavirus: cuando la tecnología se convierte en aliada para un mundo mejor

Vivimos un tiempo muy especial, inédito. Cuando uno llega a cierta edad, piensa que tiene más respuestas que preguntas. Sin embargo el coronavirus , nos lleva a un escenario donde las preguntas no tienen respuestas. La incertidumbre nos incrementa el temor y la desconfianza.

Sin embargo si nos focalizáramos en querer imaginarnos como va a ser la incidencia de la tecnología después de la pandemia, mi apreciación es que tenemos muchas respuestas y ciertas certezas a las preguntas que aparecen día a día. A favor de este análisis es que nos toma en una transición tecnológica que se anticipó muchos años a esta crisis sanitaria. Kevin Kelly ya en 2016, en su libro The inevitable describió las fuerzas tecnológicas que modelarían nuestro futuro. En mi libro Cultura innovadora , las interpreté componiendo las características de la cultura digital emergente como: fluidez, efecto pantalla, accesibilidad, interactividad, reedificación, cognición, colaboración, seguimiento y registro transaccional. Kelly nos hacía ver que el potencial de estas tecnologías era su aplicación extendida y transversal en todas las industrias y que ello derivaba en una transformación inevitable hacia un mundo donde la inteligencia colectiva humana, combinada con el automatismo de las máquinas y las plataformas dotadas de inteligencia artificial generaban una realidad emergente que la denominaba «holos».Un sistema global que estaba en sus inicios y que en 2045 sería ya una evidencia.

Las tecnologías digitales abarcan muchos campos de aplicación y permiten una fusión entre los mundos físicos, digital y biológico y por ello como ha dicho Klaus Schwab estamos viviendo la «cuarta revolución industrial».

Mi interpretación es que el impacto del coronavirus en el mundo aceleró esa transición. Los que dudaban de su potencialidad, los que lo ignoraban y aun los que somos creyentes de esas potencialidades, el escenario de la pandemia nos transformó bruscamente en realidad. El mundo ya cambió.

La teleinformática, la automatización y la robótica, la impresión 3D, la inteligencia artificial y el big data , la internet de las cosas, la realidad virtual y el blockchain hace años que se aplican y en la Argentina hay especialistas de todas estas nuevas tecnologías.

¿En qué nos desafía, este virus que nos lanzó al futuro? En el uso de esas tecnologías en todas las etapas con que estamos enfrentando la pandemia, incrementando su visibilidad y ampliando su difusión en la sociedad. En la etapa de aislamiento, como medida inicial de protección ante la ausencia de medicamentos eficaces y una vacuna que nos inmunizara, nos enfrentó a todos a resolver nuestras demandas de comunicación. La teleinformática con el uso masivo de los celulares. Estos equipos modernos son potentes computadoras con acceso a internet y responden a las características de accesibilidad, interactividad y reedificación que con tanto acierto Kelly nos describiera.

Se estima que en el mundo hay en uso 5.900 millones de equipos o sea el equivalente al 75% de la población mundial y de ellos el 25% son teléfonos inteligentes o smartphones. Estos son los responsables de haber permitido una extendida cuarentena en todos los países, sin haber perdido los afectados, el contacto externo.

El aislamiento también ha impulsado en forma exponencial el teletrabajo en todo el mundo. A la Argentina, la encontró con muy escasa experiencia y débil infraestructura para poder soportarlo. En 2019, en el Libro blanco del Teletrabajo , se estimaba que solo el 7,8% de los trabajadores formales la utilizaban. Todos ellos estaban en el segmento de empresas privadas y ningún organismo o empresa pública tenía trabajadores en esa condición. El estudio demostró también que en el 84% de los casos la tarea se ejercía con una computadora portátil y 74% también con celular. Un estudio del Cippec , estima que cerca de un 28% de los trabajos son potencialmente aptos para el teletrabajo, pero ellos se reducen al 18% cuando se los analiza en función de las limitaciones de conectividad y equipamiento disponibles en nuestros hogares.

Durante el aislamiento, el comercio digital y las aplicaciones de banca remota y finanza digital han permitido a través de aplicaciones de relativa sencillez y accesibilidad mantener en cierta medida un flujo de actividades para continuar la cadena de suministros y no interrumpir totalmente el flujo del dinero.

En esas prolongadas cuarentenas se incrementó el uso de las teleconsultas a organismos públicos y a profesionales, los que ha potenciado las aplicaciones existentes o desarrollado nuevas con el propósito de favorecer la detección y el autocuidado de los síntomas del coronavirus. Esta demanda ha dado un nuevo impulso a la telemedicina, una actividad cuya importancia se estima en una dimensión mundial equivalente a 50 mil millones de dólares.

Luego de tantos años de experimentación y siempre cuestionada por la comunidad docente mundial, la educación online se encontró de un día para otro que el 90% de la población estudiantil del mundo o el equivalente a 1.500 millones de personas había dejado las aulas, pues 180 países suspendieron las clases presenciales. Una demanda vertiginosa con tiempos muy lentos de respuesta de acuerdo a la existencia de infraestructura y formación docente preparada para esa demanda. Pero con distintas soluciones y preparaciones las clases han sido virtuales.

Cuando ya esa etapa la mayoría de los países la hemos vivido o la estamos viviendo, nos queda planificar la salida. Para muchos un período tanto o más complejo que la entrada. En esta complejidad una vez más veo que la tecnología es un aliado indispensable para integrar los planes de gobierno. Mucho se habla de las soluciones económicas y sociales y es primordial que así sea. Pero así como para enfrentar la pandemia se reunieron las mejores capacidades en epidemiología del país, es necesario también convocar a los científicos y tecnólogos argentinos para que aprovecháramos al máximo nuestro conocimiento en la aplicación digital que necesitamos para las etapas siguientes de prevención y seguimiento. Donde el distanciamiento social además de ser una pauta de autocontrol requiere mucha tecnología que lo monitorea, tal como nos ha mostrado Corea del Sur.

En ellas serán fundamentales la geolocalización, la aplicación de sensores de detección térmica, el reconocimiento facial, los análisis de modelos de física de multitudes y el uso intensivo de la big data y la inteligencia artificial como aliada de la epidemiología. Hay un inmenso espacio de oportunidades para el desarrollo de tecnologías colaborativas que debería servirnos para derribar prejuicios entre públicos y privados, estatales y empresarios, científicos y tecnólogos.

La Argentina demuestra cuando se la exige, que tiene una tremenda capacidad solidaria y emprendedora. La tecnología no está ajena a ser utilizada con sentido social. Se requiere de los dirigentes políticos y empresarios que construyan los puentes inexistentes con el sistema científico y tecnológico, planteando problemas concretos para que de ellos fluya el conocimiento para encontrar soluciones urgentes que necesitamos para enfrentar en forma inteligente la salida de esta pandemia. La demanda es clara, las capacidades existen, es el momento de colaborar con sentido nacional.

Esta es una posibilidad de que la tecnología deje de ser mirada como alejada o enfrentada a la sociedad, pues su verdadero sentido es desarrollar un mundo mejor.

FUENTE: LA NACION

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