El 59 % del área de este cultivo está en riesgo de extinción. La pudrición del cogollo amenaza el empleo y la exportación.
Por décadas, Quinindé ha sido conocida por ser el corazón de la palma aceitera, pero en estos últimos años sus latidos ya no suenan igual. Hoy corre la suerte de ser el principal escenario donde se arraiga la pudrición del cogollo, la temible enfermedad que está afectando a 152.000 de las 257.000 hectáreas sembradas a nivel nacional y que pone en alto riesgo el empleo en este sector y con ello los casi 300 millones de dólares que se generan por exportación.
El sector ha decidido encender la alerta. Se trata del 59 % del cultivo que, dicen, en cuestión de un año a año y medio desaparecerá. Así de forma tajante lo advierte Wilfrido Acosta, presidente de la Asociación Nacional de Cultivadores de Palma Aceitera del Ecuador (Ancupa).
La misma crisis de precios que en los últimos años ha impedido a los agricultores fertilizar y erradicar problemas sanitarios en sus cultivos, es lo que hoy les imposibilita reemplazar los sembríos afectados y volver a cultivar. “Por el precio que se está pagando por la fruta, se dan cuenta de que no se trata de una actividad rentable. Y sencillamente están dejando morir los cultivos, tampoco hay cómo sustituir”, asevera.
Desde hace cuatro años, los agricultores reciben entre 105 y 107 dólares por tonelada de esta fruta que genera el ansiado aceite que utiliza la industria alimentaria y cosmética. No obstante, sostiene Acosta, eso no es suficiente para cubrir los costos de producción, que están entre los 125 y 135 dólares. Una disparidad que hoy mantiene a muchos palmicultores en crisis.
El ocaso de la palma aceitera
Inspección. Productores y técnico de Ancupa recorren una finca devastada.
El ocaso de la palma aceitera
El efecto. Este hongo, detectado en el país desde 1976, ataca al cogollo y luego a las hojas.
Es la historia de Darwin Rivas, un agricultor de Quinindé que nada puede hacer para reactivar una finca de 60 hectáreas de cultivo que desde hace seis meses dejó de producir. Se lamenta porque fue esta misma actividad la que le heredó una deuda de $ 45.000 que aún debe pagar a los bancos, pero también por la impotencia que siente al no poder ayudar a la gente que hoy le sigue pidiendo trabajo. “A diario yo empleaba a 15 personas que se encargaban de hacer el corte, coronar, fertilizar. Era gente que estaba enrolada y asegurada, con los beneficios de ley, pero hacer eso ahora es más que imposible”.
Rivas habita en el recinto 5 de Agosto, una de las zonas de más alta incidencia de la pudrición del cogollo, aquel hongo que atenta con dejar sin trabajo a Quinindé y zonas adyacentes (La Concordia, La Unión y parte de Santo Domingo), que juntas representan el mayor bloque de producción del país, con 124.000 hectáreas. Según Ancupa, en este sector se pueden llegar a perder 50.000 plazas entre un año y año y medio, el tiempo que tardarían en morir estas plantas que, en su mayoría, lucen con sus ramas amarillas y hojas decaídas.
Daniel Celi, administrador de compras de las extractoras de La Fabril, una de las mayores empresas que demandan este tipo de aceite, da fe de esta crisis. Cuenta cómo hace 4 años en Quinindé, ellos llegaban a recolectar hasta 6.000 toneladas de fruta. Hoy apenas logran 400. Eso, explica, los obligó a cerrar ya una extractora y a semiparalizar otra. Ese cierre significó que 40 personas se quedaran sin trabajo.
El ocaso de la palma aceitera
El efecto. Este hongo, detectado en el país desde 1976, ataca al cogollo y luego a las hojas.
La solución inmediata para conservar las más de 120.000 plazas de empleo que se generan en este sector es comenzar a sustituir los cultivos. No obstante, Acosta aclara que eso no es posible si el agricultor no cuenta con la ayuda del Estado. EXPRESO intentó tener una reacción del ministro de Agricultura, Xavier Laso, pero no tuvo éxito.
Sin embargo, Acosta cuenta que el sector ya le ha hecho llegar un pliego de peticiones. La más importante, dice, es fijar un plan de ruta que les permita ser sustentables. Pero para ello, añade, primero se debe generar una política que permita a los productores acceder a mejores líneas de crédito y que se elimine la dificultad que hay para importar semillas que ya están demostrando ser más resistentes a la enfermedad.
El Gobierno ha ofrecido líneas de crédito con tasas que van del 11 al 15 % y con plazos de hasta 15 años. No obstante, la oferta no convence. Darwin Rivas estima que con una tasa de hasta un 5 % podría animarse a sustituir su sembrío muerto. En carpeta tiene el plan de volver a sembrar 5.000 plantas de la variedad Amazon, que hace cinco meses logró importar de Costa Rica, y con ello contrarrestar el alto índice de desempleo que aqueja a su zona.
Menor oferta
Se dejaría de exportar
En el 2017, Ecuador produjo 516.000 toneladas de aceite, de las cuales 330.000 se destinaron para la exportación. En Ancupa dicen que es difícil estimar cuál será el decrecimiento de la oferta local que habrá este año y cómo esto afectará la exportación en los próximos meses. No obstante, se calcula que si este escenario se mantiene, entre el 2020 y 2021 el país dejará de ser un exportador y con ello dejará de generar más de $ 255 millones. Lo que se produzca se destinará al consumo local. Algo lamentable, dicen. No se aprovecharía la demanda mundial, que cada año crece hasta un 9 %.
Para saber
¿Para qué se utiliza?
El aceite sirve para hacer margarina, confitería, galletas, productos de limpieza, cosméticos, velas.
Áreas sembradas
Según Ancupa, 54.000 hectáreas de palma se han perdido en las últimas décadas a causa de esta enfermedad.
Productores
Cerca de 580 productores dejaron de ser palmicultores, según los censos agrícolas del 2005 y 2017.
FUENTE: DIARIO EXPRESO (EC)