Viviana Jiménez es docente parvularia y prevé dar clases presenciales en ciertas viviendas, en Quito. Ella usa bastante los gestos faciales para enseñar el pronunciamiento de las palabras y con una mascarilla «común» dice que es complicado hacerlo.
«Yo estaba dando clases en las vacaciones a conocidos y cuando daba clases sí teníamos actividades para desarrollo del lenguaje de abrir la boca, sacar la lengua, cuando tenía puesta la mascarilla sentí el impedimiento», indica.
Jiménez cree que hace falta una mascarilla que permita ver los labios de las personas, no solo en la preparación educativa sino para quienes tienen discapacidades auditivas y depende del movimiento de los labios para entender la expresión.
Ella observó en redes sociales mascarillas transparentes, unas denominadas ecológicas y hasta que se conectan al celular, pero algunas son fabricadas en otros países.
Por ejemplo, el Instituto Federal Suizo de Tecnología de Lausana (EPFL) y los Laboratorios Federales Suizos de Ciencia y Tecnología de Materiales (Empa) fueron los primeros en crear una mascarilla transparente, pero de uso quirúrgico. Luego, en Estados Unidos se empezó a comercializarlas como lo realiza la emprendedora Juliana Rivera, en el estado de Texas.
En Ecuador de a poco está ganando espacio en el mercado las mascarillas transparentes o también conocidas como inclusivas. Hay dos negocios que se dedican a la producción y comercialización de este mecanismo de bioseguridad.
Smile Mask nació hace tres meses en Quito. Es un emprendimiento que tras la necesidad de varios clientes, en su mayoría profesores, diseñaron una mascarilla que muestra los labios de las personas.
Gabriela Falconí es la encargada de ventas y relaciones públicas en Smile Mask. Ella cuenta que no esperaban lograr una buena aceptación. En la primera semana aspiraban a vender 10 mascarillas transparentes; sin embargo, terminaron ofertando 150.
«Al ser una profesora de comunicación veía las necesidades en otras profesiones como profesores cuando volvamos a clases, o quienes ayudan en casa para que les puedan entender. Todos tenemos una necesidad fuerte no solo de escuchar sino de ver. Hemos tenido una buena acogida en profesores, en adultos mayores», dice y agrega que hasta sacerdotes han buscado el producto
Las mascarillas se ofertan a $5 y están compuestas con una doble capa de tela antifluido y algodón. La parte transparente es confeccionada de plástico flexible. Dura 20 lavadas y han tenido pedidos en Quito y Guayaquil.
Son cuatro personas encargadas del negocio y van fabricando 250 mascarillas. Tienen una próxima entrega de 350, de acuerdo con Falconí.
En Guayaquil también se comercializan las mascarillas transparentes. La encargada es Salhua Serrano, CEO de Salhua, un negocio de venta de ropa femenina que, con la pandemia, incluyó las mascarillas.
La producción surgió de un pedido del Municipio de Guayaquil hace un poco más de un mes. Fueron 10 000 mascarillas elaboradas en colores azul y negro.
«En la época de pandemia sacamos una línea nueva, trajes de bioseguridad, chaquetas antifluido y de esta manera alguien del Municipio se enteró de esta línea de salud y nos contactaron. No teníamos esas mascarillas (transparentes) en el mercado, pero pudimos hacerlas», cuenta.
El producto es elaborado con tela antifluido y al centro tiene un acetato. Se amarran en la parte posterior de la cabeza. Su uso es hasta 50 lavadas y cuesta $2.
Ximena Gilbert, directora municipal de Inclusión Social, indica que los emprendedores de a poco están innovando en el mercado y que esta mascarilla ayuda no solo a la economía sino a romper la barrera comunicativa.
Señala que, al momento, han entregado de forma gratuita en mercados, ventanillas de atención al cliente, trabajadores que laboran con personas con discapacidad auditiva. Próximamente entregarán en supermercados y farmacias. (I)
Detalles
Mascarillas ecológicas
Un mecanismo de bioseguridad respetuoso con el medio ambiente es lo que desarrollaron los investigadores de la Universidad Tecnológica de Queensland, en Australia. Es una mascarilla desechable biodegradable hecha a partir de residuos de caña de azúcar.
Mientras que la empresa vietnamita Shoe X utilizó el café para crear una mascarillas reutilizable llamada AirX. La tela está hecha de una mezcla de posos de café y plástico reciclado que se puede lavar.
En tanto, los diseñadores estadounidenses Elizabeth Bridges y Garrett Benisch crearon un prototipo de mascarilla de celulosa biodegradable compuesto por una bacteria (Xylinum acetobacter), azúcar y agua de té. La membrana es capaz de filtrar al menos el 95% de las partículas.
Conectadas al móvil
Una máscara que se conecta por bluetooth a una aplicación móvil es lo que desarrolló la empresa japonesa Donut Robotics. El producto se llama C-Mask y permite enviar voz a otro teléfono, transcribir tus palabras o traducir a ocho idiomas.
Este elemento se usa sobre una mascarilla normal que sostiene al dispositivo inteligente con sus correas. La compañía planea ofertarla en países europeos, en Estados Unidos y China. Su precio es de $40 por máscara.
Exportación a UE
Tres millones de mascarillas a la Unión Europea por un valor de $450 000 es lo que espera lograr la fábrica textil Ingesa. La empresa junto con el ministro de Producción, Iván Ontaneda, dieron a conocer la futura exportación.
Francisco Misle, presidente ejecutivo de la empresa, informó que Ingesa empezó a exportar a Estados Unidos y Panamá y se está cerrando un contrato con Perú.
Las mascarillas están elaboradas con tela lavable y reutilizable con el fin de evitar la propagación del COVID-19.
FUENTE: EL UNIVERSO