Todas las mañanas, desde las 06:00, Alberto Acosta espolvorea cal en el ingreso de la finca bananera Los Ángeles, ubicada en el recinto del mismo nombre en el cantón Simón Bolívar, en Guayas.
Esta medida y el lavado de manos y brazos son las únicas acciones que han realizado desde el 2019 para proteger al predio de una posible llegada al país del Fusarium Raza 4.
Inmune a la acción de plaguicidas, este hongo amenaza con destruir las plantaciones de la fruta.
En Ecuador, solo el 13% de las zonas productoras de musáceas (banano, plátano, orito, entre otros) cuenta con infraestructura completa relacionada a medidas de bioseguridad contra el Fusarium Raza 4.
Es decir, que unas 45 000 de 350 000 hectáreas plantadas a escala nacional tienen estaciones de limpieza, zonas de captación de desechos y fumigan regularmente. En cambio, otro 22% cumple solo con alguna de las medidas de bioseguridad.
El Clúster Bananero, que agrupa a cinco organizaciones de productores y exportadores de la fruta, señaló que estas cifras son preocupantes y, de hecho, están subestimadas.
Acosta toma puñados del polvo blanco de un saco pequeño. Con la cal forma una línea en la tierra, justo en el espacio ubicado entre la calle y la zona de empaque.
Cuando termina la labor, el material que queda en sus manos, lo echa a sus botas.
Estas tareas se iniciaron cuando se encendió la alarma por la presencia del Raza 4 en Colombia, hace dos años.
Jonathan Ortiz, pequeño productor y dueño de la finca, reconoce que la plaga es peligrosa y más devastadora que la sigatoka negra, ya que aunque el cultivo muere, el patógeno es capaz de sobrevivir y diseminarse en las plantaciones vecinas.
Ortiz cuenta que iba a cercar la finca y a construir una zona para la desinfección de pies (pediluvio). La inversión para esos trabajos era de USD 9 000 y se iban a realizar a finales del 2019, pero no completó el dinero. Ahora aspira a sacar un crédito para equiparse.
En la finca trabajan ocho personas y cada semana procesan alrededor de 450 cajas, en 7 hectáreas. “Con la pandemia y el irrespeto a pago del precio oficial de la caja de banano, los proyectos de poner infraestructura de bioseguridad se quedaron en papel”.
A pocos kilómetros de esta finca queda la hacienda de Alexander Mejía, un mediano productor de banano que tiene 23 hectáreas. A diferencia de Ortiz, en esta bananera se dejaron de tomar acciones contra el Fusarium.
Mejía cuenta que hasta enero del año pasado realizaba fumigaciones de amonio cuaternario a vehículos y personas antes del ingreso a la finca. Las tareas se hacían con bombas de mochila y tenían un gasto mensual de casi USD 300.
Pero la situación se complicó cuando le dejaron de pagar el precio oficial de la caja, subieron los costos de insumos y de combustibles. “No podemos hacer ese gasto, cuando necesitamos insumos que cada vez son más caros”.
La Cartera de Estado mantiene un proceso de difusión y seguimiento a la implementación de medidas de bioseguridad y realiza monitoreos en campo, para detectar cualquier novedad sobre la plaga.
Mientras tanto, el riesgo está cada vez más cerca. En abril pasado, la plaga fue detectada en el Piura, norte de Perú.
El MAG levantó cuatro mesas técnicas desde julio para atender el problema del Fusarium Raza 4, y hasta finales de agosto prevé tener un plan de emergencia que evite el ingreso del hongo. Una de las mesas es de financiamiento, para definir líneas de crédito e incentivos financieros para que las fincas se equipen.
Las prefecturas de las zonas productoras, como El Oro, Los Ríos y Guayas, realizan campañas informativas con bananeros, en especial con los más pequeños, para alertar del riesgo que implica que la devastadora plaga llegue a Ecuador. El MAG también trabaja en el proceso para que se pueda importar una variedad resistente al Fusarium Raza 4.
FUENTE: EL COMERCIO (EC)