Santiago Paliz, gerente de Empack, habla de un “renacer” de su empresa que fue golpeada en los primeros meses de la pandemia. En 2019 empezó a promover con fuerza sus sorbetes biodegradables creados a base de bagazo de caña, a través de una mezcla única y patentada, que se degradan en un máximo de 25 meses. Recibió varias certificaciones internacionales que acreditaban el producto y logró exportar las pajillas a Estados Unidos, Chile, El Salvador, Canadá, por ejemplo.
Cuando las perspectivas de crecimiento eran positivas llegó la pandemia en 2020. Cerró las puertas de su fábrica en marzo, ubicada al noroeste de Guayaquil, pero continuó pagando el sueldo a sus empleados y lo haría hasta que su capital lo permita, ya que el futuro era incierto por el COVID-19, asegura.
Sin embargo, en mayo del año pasado decidieron abrir la fábrica, con todas las medidas de bioseguridad, debido a que la demanda de sorbetes ecoamigables en Estados Unidos empezó a aumentar por la propia pandemia: “Por el tema de que no se pueden compartir los vasos o beber directamente de los envases. Eso nos ayudó porque las ventas nacionales estaban totalmente caídas”. Además, sumaron pedidos de países como Canadá.
Desde finales del 2020 y en lo que va del 2021 el sorbete biodegradable de Empack ha calado con fuerza en el mercado estadounidense. La empresa ha mejorado sus pruebas de laboratorio lo que les permite estar constantemente innovando.
Ese tipo de pajillas están diseñadas para que el consumidor pueda absorber unas bolitas de tapioca que se incluyen en el té: “Hemos tardado como un año para adaptar las máquinas para que el material pueda fluir. Tenemos un avance del 90 % en las pruebas. Este producto tiene gran demanda en Estados Unidos, México y Canadá. En California ya nos han pedido un contenedor”.
Ahora la meta es “conquistar” mercados en continentes como Europa que también tienen una gran demanda de sorbetes y otros artículos biodegradables: “Estamos diseñando otros productos ahora para el mercado europeo porque nos ha contactado una empresa que está deseosa de comercializar nuestro producto allá. En un máximo de 90 días estaremos listos para comercializar con Europa”.
Para la elaboración de la pajilla de Empack, los residuos de la caña son presecados, combinados con enzimas y esta masa se lleva a una máquina que la calienta a una temperatura estable. Como el producto es de origen vegetal si no se cocina a los grados exactos puede quemarse o quedar crudo. Luego pasa a un proceso de enfriamiento a base de agua. Al finalizar queda un sorbete que es liso por fuera y puede soportar las temperaturas de las bebidas calientes o frías. Está diseñado para absorber líquidos pesados como el yogurt.
A diferencia de los de plástico, este sorbete se rompe fácilmente con las manos. En su parte interna se puede observar y sentir la textura de la fibra natural. Otra de sus características es que al degradarse se convierte en humus.
El mercado nacional formal también está apostando de a poco a productos de estas características. Empresas que comercializan yogures, cafeterías, cadenas de cine y supermercados distribuyen el sorbete de Empack. Sin embargo, el sector informal (que es el de consumo masivo) sigue apostando por el plástico debido a su bajo costo y ese es un tema que se debe analizar como sociedad si queremos ayudar al planeta, dice Paliz.
La Corporación Financiera Nacional también ha promocionado, a través de ferias virtuales, los sorbetes. Hace pocos días vinieron al país empresarios de Misuri, en Estados Unidos, que deseaban conocer el producto y se llevaron muestras. Hasta finales del 2021, Empack tiene planificado aumentar el 100 % de la producción para poder fabricar entre 30 y 35 millones de sorbetes biodegradables mensuales, la mayoría iría a EE. UU.
Además, tiene pensado producir un lote pequeño de cubiertos biodegradables. También ha iniciado pruebas para crear artículos con fibras de banano y darles “una marca país”, ya que Ecuador es conocido por esta fruta.
FUENTE: EL TELEGRAFO (EC)